HISTORIADE
CANTABRIA
Ya en el paleolítico superior, se desarrolló en la región una importante cultura prehistórica, como lo prueban los hallazgos arqueológicos encontrados en numerosas cuevas, de las que en esta región abundan como en pocos lugares y cuyo mejor exponente se encuentra en las de Altamira (obra cumbre del arte del hombre del cro-magnon en el Magdaleniense, y que algún autor calificó y no sin razón como “La capilla Sixtina “del arte rupestre).
En cuanto al nombre de Cantabria no es segura su etimología. La raíz “cant” es celta o ligur y probablemente, significa piedra o roca. El sufijo “arb” tiene un sentido de “relacion a”. Según esto, cántabro seria por tanto el habitante de las peñas o montañas, es decir ,montañés.
Los Cántabros ( La estela del tejo)
La primera referencia escrita que ha llegado a nosotros, en la que se cita al pueblo cántabro, se remonta a casi 200 años antes de Cristo. Su autor, el historiador romano Marco Porcio Caton, afirma que el rio Ebro nace en territorio de los cántabros.A partir de aquel momento, las citas sobre cántabros y Cantabria se suceden ininterrumpidamente hasta los tiempos de la dominación romana, continuando después a lo largo de todo el imperio y el posterior reino visigodo. La fama del pueblo cántabro esta corroborada por casi ciento cincuenta referencias que sobre él aparecen en los textos griegos y latinos, tanto históricos , geográficos, como literarios conservados.
Su rebeldía hizo que fuese el pueblo mas conocido del norte de Hispania, lo cual llevo a los romanos a denominar con su nombre tanto a la cordillera como al mar que baña el norte peninsular.La conquista de Cantabria por los romanos, finalizada aproximadamente hacia el año 19 a. C., representa en cierto modo su entrada en la historia. Su historia es quizás una de las peor conocidas de todos los pueblos que ocupaban la península.
En el siglo XVIII era teoría imperante la del vasco-cantabrismo, es decir, la identificación de los antiguos cántabros, con los actuales vascos; esta teoría parece haber sido creación de los escritores ilustrados del Renacimiento en el siglo XVI, pues al hablar de las guerras de Augusto en España, mencionan únicamente a los cántabros, astures y galaicos y no a los vascones; así mismo la rebeldía de los cántabros para mantener su libertad, se tomaba por los vascos como origen de sus fueros.
Las causa que se suponen dieron origen a este mito son: la pervivencia de la lengua vasca, a la que se necesitaba encontrar una razón histórica para explicarlo, y se halló en la historia del pueblo cántabro, aferrado a su libertad que resiste a romanos y visigodos; nada mas lógico pues que estos fueran los únicos que conservaran su idioma, mientras en el resto se imponía el romance.Ahora bien esta identificación solo fue posible por la perdida durante la Edad Media del topónimo Cantabria y del étnico cántabros, para denominar al pueblo y territorio al que se había aplicado en época romana y pre-romana. La desaparición de los nombres de los pueblos indígenas pre-romanos fue un fenómeno generalizado en la península como consecuencia de la romanización; Roma destruyo las viejas organizaciones tribales y gentilicias y las reemplazó por unidades territoriales de tipo administrativo que fueron borrando a los anteriores.
Provincia Tarraconense
De entre estos, fueron los conventos jurídicos los que tuvieron mayor influencia en este sentido, por ser los que mejor contemplaron las realidades indígenas pre-existentes y por tanto más contribuyeron a su suplantación.Eran una unidad administrativa de tipo intermedio entre la ciudad y la provincia, cuyo objetivo era facilitar la administración de la justicia por el gobernador provincial, la recaudación fiscal y la celebración del culto al emperador.
Cada convento tenia su capital que le daba el nombre, así el convento jurídico cluniense que englobaba a los cántabros y a los distintos pueblos que ocupaban el actual País Vasco( Autrigones , Caristios, y Vardulos) y gran parte de Castilla la Vieja , tomaba el nombre de su capital Clunia ( hoy Coruña del Conde ) Burgos.Por tratarse de entidades no tan amplias como las provincias y que englobaban a pueblos afines étnica y lingüísticamente cuya unidad se trataba de potenciar, los romanos consiguieron en gran medida suprimir las peculiaridades de los distintos pueblos que lo formaban, e incluso a la perdida del nombre de la mayoría de los pueblos peninsulares ya durante la dominación romana.
La excepción a este proceso la constituyeron los vascos, cántabros, astures y galaicos, los únicos cuyo nombre primitivo pervivió. Las causas de esta supervivencia son diversas, unas comunes a todos y otras especificas de cada uno; entre las comunes, la más importante es que fueron los pueblos más tardíamente romanizados y por tanto conservaron más marcada su personalidad.En el caso de astures y galaicos, contribuyó a ello además la misma administración territorial romana. Los astures fueron el único pueblo de toda la península que constituyo un convento jurídico propio, el conventos asturun o asturicenses con capital en Asturica augusta (Astorga) y que comprendía tanto a los astures cismontanos como a los transmontanos (León y Asturias).
En cuanto a los galaicos, cuyo ámbito era aproximadamente el actual y el norte de Portugal desde el Duero, aunque en la época alto imperial estaba dividido en dos conventos jurídicos: el lucensis con capital en Lucus augusti (Lugo) y el Bracara augustanus en Bracara augusta (Braga), a partir del siglo III quedaron todos ellos englobados en una sola provincia que se llamo Gallaecia; esto explica la pervivencia de estos nombres en época romana y durante la Edad Media.Un caso aparte es el de los cantabros y vascones que nunca formaron una unidad administrativa, pues los cántabros pertenecían al Cluniense y los vascones, (que ocupaban aproximadamente la actual Navarra) lo estaban en el Cesaraustanus (Zaragoza). A pesar de ello los términos Cantabria, cántabros y Vasconia, vascones persisten aun en los escritores romano-tardíos y visigodos, cuando los demás peninsulares han dejado de usarse. Las causas hay que verlas en la escasa asimilación de las formas romanas, que los permitió conservar su personalidad, que se puso de relieve en la insumisión permanente a los reyes visigodos.
Sin embargo el destino ulterior de estos términos fue diferente; mientras Vasconia y vascones pervivirían de modo ininterrumpido durante la Edad Media, el de cántabros y Cantabria cayeron en desuso; ello fue el resultado de un fenómeno sumamente curioso y no bien explicado de suplantación del nombre por un lado y del desplazamiento geográfico por otro.A partir del siglo VII , en las fuentes visigodas se produce la suplantación del termino cántabros por el de astures ; mientras en el VI tanto visigodos como francos al mencionar a los rebeldes del norte los denomina siempre cántabros y vascones, en el VII en las fuentes visigodas los cántabros desaparecen como pueblo independiente junto a los vascones y en su lugar hacen su aparición los astures; pero curiosamente, no sucede lo mismo en las fuentes francas que al referirse a los mismos sucesos siguen hablando únicamente de cántabros y vascones.
Paralelamente a esta suplantación, el termino Cantabria experimento un desplazamiento geográfico a consecuencia del cual éste se aplico a diversas regiones próximas, como son el valle medio del Esla ( León) y el valle medio del Ebro en la rioja donde aun perdura el topónimo “ Sierra de Cantabria”.La sustitución de cántabros por astures hay que relacionarla con el desplazamiento del nombre de Cantabria en esa misma época.Esta suplantación fue lo que dio lugar a que en la Edad Media a la parte oriental del antiguo territorio cántabro se le diese la denominación de Asturias de Santillana.
Simultáneamente el territorio que comprende el actual país vasco y que en época romana estaba habitado por tres pueblos cuyo carácter vasco es dudoso: autrigones, vardulos y caristios, en la Edad Media aparecen ya plenamente vasconizados.La consecuencia de estos desplazamientos étnicos y geográficos fue que durante la Edad Media , astures y vascones quedaron separados por una estrecha franja, la llamada Trasmiera , que por otra parte nunca constituyó una entidad administrativa con el suficiente peso especifico; resulta así mas comprensible la teoría del vasco-cantabrismo.Cuando en el renacimiento se vuelve a la lectura de los clásicos se produce el redescubrimiento del pueblo cántabro revestido de una aureola de valentía y aferramiento a su libertad que no podía menos que atraer la atención y la admiración de los humanistas como la atrajo la perduración de la lengua vasca; nada mas lógico pues que explicar lo uno por lo otro, casi todos los factores considerados de un modo superficial contribuían a ello. El hecho de que el único topónimo en que pervivía el termino Cantabria estuviera en la Rioja, un lugar limítrofe al que en ese momento ocupaban los vasco-parlantes, la constatación de que las fuentes clásicas situaban unánimemente a los cántabros a continuación de los astures y que en ese momento, entre el territorio astur es decir Las Asturias de Santillana y el territorio vasco solo quedase el pequeño territorio de la Trasmiera en el que no había espacio geográfico suficiente para situar a los cántabros, así como el que los romanos, por ser los mas conocidos para ellos , llamaban cántabros en general a todos los pueblos del norte, contribuyeron a ello.Sentado el mito se trato de encontrar topónimos cántabros en el actual solar vasco, así Segisama (actual Sasamon en el norte de Burgos) (donde Augusto estableció su campamento de operaciones contra los cántabros) se identificaba con Brizana (cerca de Azpeitia) y Aracillun (actual Aradillos, Burgos) (donde se dio una de las principales batallas) con Regil cerca del anterior.En el siglo XVIII no obstante, comienza a abrirse fisuras sobre esta teoría y sobre todo tras la obra del padre Florez “La Cantabria” con la que acaba de desmoronarse. Frente a la reacción contraria de los vascos, en Santander contribuyo todo esto a avivar el entusiasmo por todo lo referente a Cantabria.Ya a comienzos del XVIII cuando se habían empezado a difundir las primeras teorías a favor de la ubicación de los cántabros en el territorio de la actual provincia se comenzó a reivindicar el nombre de Cantabria para los órganos locales.Resulta significativo que el primer intento que se conoce de integrar en una única entidad, las diversas jurisdicciones que existían entre Asturias y Vizcaya se concibiese en forma de una provincia con el nombre de Cantabria.La iniciativa partió de las entidades que formaban el viejo corregimiento de las cuatro villas de la costa, que en 1727 constituyeron el partido de “Las cuatro villas de la costa de la provincia de Cantabria”.Aunque esta primera iniciativa fracasó, en 1778 volvió a resurgir de nuevo con la creación de la provincia de Cantabria, partiendo esta vez la propuesta de las juntas de los nueve valles.Paralelamente se produjo una proliferación de organismos e instituciones que reivindicaban el nombre de Cantabria.De este modo, el redescubrimiento de la vieja Cantabria pre-romana y romana, representó un elemento decisivo para la concienciación de unidad entre todos los habitantes que poblaban el solar entre Asturias y Vizcaya y que vería su plasmación institucional con la creación de la provincia de Santander en 1833.La principal controversia sobre Cantabria, se produce al tratar sobre su situación y extensión, y debido a que en varios tiempos hubo variaciones de los límites, algunos autores confundieron límites y épocas.
El territorio de los cántabros, por occidente en base a estudios y hallazgos arqueológicos y especialmente epigraficos se puede afirmar que comenzaba a partir de la desembocadura del río Salia (Sella) como indican el padre Melo y Estrabon.Más problemático resulta fijar el lugar costero más oriental, no obstante debemos admitir que este se encontraba al occidente de la colonia de Flaviobriga (Castro Urdiales) entre los Autrigones.Si se tiene en cuenta que Roma dentro de su imperio conservo la geografía física como división territorial de las provincias (cordilleras, ríos etc.) debe situarse en el río Sauga o sanga (Ason) citado por Plinio, como la divisoria entre autrigones y cántabros; otros se inclinan a citar el río agüera como limite de Cantabria en época romana, probablemente en su deseo de reafirmar la equivalencia con la actual región.Algunos han opinado que Autrigones, Caristios y Vardulos eran también cántabros, pero hoy parece demostrado que eran pueblos aparte.Plinio y Ptolomeo al igual que los autores modernos coinciden en situar a los Pesicos en el territorio astur del litoral en la ribera occidental del Sella, es probable que los astures propiamente dichos, en aquella época fueran los habitantes de la cismontana, al sur de la cordillera cantábrica en oposición a los Pesicos de la costa. Ocupaban estos la parte comprendida entre el Navia y el Sella, en cuya costa se hallaba Favionavia. Otros pueblos astures de la cismontana fueron los brigecinos, amacos de Astorga, bedulenses etc.
Los historiadores delimitan aproximadamente el territorio autrigón por la costa, desde el Nervion hasta Laredo y por el interior desde el límite occidental de la provincia de Álava y Vizcaya hasta Pancorbo para descender a la costa por el curso del ason. La divisoria entre vardulos y caristios en el río Deva. Al sur limitaban los cántabros con los vaceos (Palencia) y los turmogos (Burgos).Cuando, según los historiadores antiguos casi toda España estaba ya pacificada por los romanos, los cántabros y astures Vivían sin sujeción al imperio. El genio de los cántabros era peor, mas altivo y mas tenaz en rendirse a pactos y no contentos con defender su libertad, procuraban traer así a los confinantes, molestando con frecuentes correrías a vaceos, turmogos y autrigones.
Ataque de las tropas romanas a un castro cántabro
El emperador Augusto no quiso tolerar enemigos en España y los declaro la guerra, abrió las puertas del templo de Jano y vino personalmente a comandar el ejercito; puso sus reales en Segisama (Sasamon) y desde allí repartió la tropa para atacar al enemigo por tres frentes a un tiempo. Pero como la gente era feroz y el terreno fragoso, no servían fuerzas ni artes militares, andaba el romano como a caza de fieras entre montes pero en vano, y con riesgo frecuente de su ejercito.Como los cántabros no querían rendirse confiando en la aspereza de las montañas y no atreviéndose a presentar batalla directa, por ser muy inferiores en número y armas, practicaban la guerra de guerrillas y emboscadas.Llego a melancolizarse tanto por las dificultades y perdidas el emperador que retirándose a Tarragona cayó enfermo.Dispuso entonces atacar por mar a los cántabros, enviando allí su escuadra. Viéndose estos atacados por todas partes y que el emperador se retiro de la frontera, presentaron batalla a la vista de la ciudad de Bélgica (Vellica, Oyeros del Pisuerga) pero perdiendo la batalla se retiraron al monte Vinnio (Viñon, Liébana) al cual por su eminencia juzgaban inaccesible a los romanos pero estos, los sitiaron por hambre y casi todos perecieron. Se resistían también con gran fuerza en el lugar de Aracillo (Aradillos, Burgos) pero también fueron derrotados. Finalmente prosiguieron la guerra los confinantes, rindiendo los romanos a los astures junto al río Astura (Esla) y la ciudad de Lancia y a los gallegos en el monte Medulio.Acabada la guerra, Augusto y sus capitanes Antistio, Carisio, Furrio, y Agripa (comandante de la armada marítima) cerró la puerta de Jano (el cierre de las puertas de Jano significaba el fin de la guerra y nos muestra la importancia de esta guerra para Augusto).A su regreso a Roma en el 25 a.C. Acabada la primera fase de las campañas, pero en años siguientes hubo nuevas rebeliones hasta que Agripa dio fin a las contiendas.Al año siguiente de la marcha del emperador se produjo una traición de cántabros y astures que sabiendo la ausencia del emperador, engañaron al general Lucio Emilio prometiéndole trigo y otras cosas para el ejercito, al mandar este su tropa para portearlo les prepararon una emboscada matándolos a todos, pero el se vengó talándoles las tierras, quemando fortalezas y cortando las manos a los que cogía y así los sujeto.En el 19 a C. los cántabros que habían sido hechos prisioneros y vendidos como esclavos, mataron a sus señores y volviéndose a casa reunieron a su gente, apoderándose de algunas fortalezas; vino entonces Agripa con su ejercito y le costo no poco manejar a su tropa pues cansada de tantas batallas y temiendo al cántabro se negaban a obedecerle, los redujo como pudo pero aun así padecieron mucho porque el cántabro había aprendido el arte militar en su esclavitud y se defendía con bravura. Al final los venció y para evitar nuevas alteraciones mato a casi todos los que manejaban armas, desarmo a los demás y obligo a los demás a bajar a vivir a las llanuras donde eran más fáciles de dominar.Seguramente la perdición de los cántabros fue su tenaz oposición a Roma, al contrario que los vascones que no parece que se llevaran mal con los romanos, con lo que lograron conservar su idioma, aunque después si se opusieran al igual que los cántabros otra vez a los visigodos.En la tierra de Campos estaban los Vaceos, los Turmogos eran los del territorio de Burgos por la parte de Sasamon.
Los cántabros eran en realidad un conglomerado de pueblos, unificados y controlados por gentes procedentes de las inmigraciones indoeuropeas del 700 a C. (probablemente los plentuisios y blendios del nacimiento del Ebro) y del 600 a C. (los vellicos de la zona sur del país. Esto es lo que daba el carácter predominantemente “celta” al pueblo, en el que por una parte, existían a su vez numerosos elementos culturales locales que se remontaban, por lo menos , a la Edad del Bronce y, por otra había influjos celtíberos foráneos que iban superponiéndose especialmente desde el siglo II a C.Los cántabros estaban divididos en tribus o “gentes”, probablemente no todas ellas culturalmente homogéneas. Además de las tribus citadas, los orgenomescos ocupaban una extensa zona en la región mas occidental de la costa, que incluía San Vicente de la Barquera. También se cita a los avariginos en el alto Nansa; a los salenos, acaso en las riberas del Saja. Los cantabros coniscos tal vez ocupaban Valderredible. Los coniacos, la zona oriental, y los concanos, posiblemente en Liébana. Por debajo de la tribu había una unidad social elemental que se llamaba “gentilidad” o clan.
Juliobriga
Algunas ciudades cántabras fueron: Juliobriga (antigua Brigancia) que según las excavaciones estuvo en Retortillo ( (Enmedio) Cerca de Reinosa). El puerto de la Victoria (Santander) pertenecía a los juliobrigenses para su comercio, lo mismo los Argenomescos que estaban tierra adentro tenían el puerto de Vereasueca. El de Vereasueca es de los tres principales de la costa el más inseguro respecto a su ubicación pues todavía no hay restos arqueológicos, unos dicen que estaba en San Vicente otros en Tina Menor y otros en algún lugar de la Asturias oriental. En cambio los restos encontrados en Suances demuestran que allí se encontraba portus Blendiun (con vía de penetración al interior hasta Reinosa y Barcena siguiendo los márgenes del Besaya) y los encontrados en la ensenada de la Magdalena a Portus Victoria. Legio IV debió de estar hacia Aguilar de Campoo y mas al norte en Henestrosa, Octaviolca (Campo del Mercadillo limite entre Santander y Palencia. Argenomescum se supone debía hallarse tierra adentro por la actual Asturias oriental. Tamarica hacia la actual Velilla del río Carrión y Vellica en Olleros del pisuerga y Amaya la antigua capital cántabra tantas veces destruida, por las inmediaciones de la actual peña Amaya en el norte de Burgos.
También se volvieron a sublevar en el 16 a C. pero son revueltas que reprimen fácilmente. No existió después de las guerras cántabras un sometimiento real de los del septentrión de la cordillera cantábrica, los cuales vivieron ajenos a la romanización, con una cierta autonomía e independencia y sin grandes posibilidades de desarrollo dados sus recursos naturales y la imposibilidad de efectuar nuevas incursiones de rapiña en los territorios vecinos de la meseta, por la presencia de las tropas.
Un famoso personaje fue Corocotta, Según Adolf Schulten luchó en las guerras cántabras contra Roma durante los años 29 a 19 adC..Al mando de las unificadas tribus de la región, causó numerosos problemas al ejército romano. Fue tal su fama que durante la campaña del emperador Augusto en Hispania, entre los años 26-25adC, éste puso el precio de 200.000 sestercios a su cabeza. Fue el propio Corocotta el que se presentó en el campamento para cobrar la recompensa, ante el asombro del emperador, el cual, ante su gesto de valentía, le dejó marchar libre tras otorgarle la recompensa.

Las fuentes clásicas limitan a los vascones a la actual Navarra con una expansión por el sur hasta el Ebro, los cuales mantuvieron buenas relaciones con Roma.
Respecto a las costumbres de los cántabros: “estos se alimentaban de bellotas, secándolas y moliéndolas hacían pan de la harina; de la cebada formaban bebida, tenían vino y el que llega le consumen luego en convites con los parientes: usan de manteca en vez de aceite. Cenan sentados en asientos en las paredes; la edad y la dignidad llevan los primeros lugares (Estrabon). Mientras se sirve la bebida bailan al son de gaita y de flauta. Vistense todos de negro con sayos de que forman cama echándolos sobre jergón de hierbas. Tienen vasos de cera como los celtas y las mujeres gastan ropas floridas o de color rosa. En lugar de dinero conmutan una cosa con otra o cortan algo de una plancha o lamina de plata. A los condenados a muerte los precipitan desde una roca y a los parricidas los cubren de piedras fuera de sus términos o de sus ríos. A los enfermos los sacan al público como los egipcios a fin de tomar consejo de los que hayan sanado de semejante accidente. Hasta el tiempo de Bruto usaban barcas de cuero, aunque ya las tenían algunos de troncos de árboles. La rusticidad y fiereza de sus costumbres provienen no solo de la guerra, sino de vivir en lugares tan inhóspitos y sin comunicación. Lavasen con orines que dejan pudrir en cisternas y hombres y mujeres se limpian con ellos los dientes. Las madres mataban a sus hijos en tiempos de la guerra cántabra para evitar que cayesen en manos de los romanos. Las mujeres labran el campo y cuando paren hacen acostar a los maridos y ellas los sirven, esta costumbre llamada “Covada” era practicada también por los corsos y los de la región del Ponto en Asia menor. Algunos viéndose clavados en cruces por sus enemigos cantaban alegremente. De una hierba semejante al apio (cicuta) formaban un veneno activísimo que mata sin dolor y lo tenían a mano siempre para usarlo en cualquier adversidad. Así mismo cuando la derrota era inevitable, no rehuían el suicidio como salida honorable, para lo cual usaban una poción letal extraída de las hojas del tejo. Existía una especie de matriarcado, los varones dotan a la mujer, que instituye herederas a las hijas y estas casan a sus hermanos. Así mismo eran famosos los perniles (jamones) de Cantabria. Después de sometido, fueron muy codiciados como mercenarios para el imperio.
Los cántabros se empleaban como mercenarios en diferentes conflictos tanto dentro como fuera de la península. Hay constancia de que participaron en la guerra de los cartagineses contra Roma durante la segunda guerra púnica por las referencias de Silo Itálico y Quinto Horacio Flacco. También se les menciona durante el sitio de Numancia llevado a cabo por Cayo Hostilio Mancino, que se dice levantó el sitio a la ciudad al ser informado de que cántabros y astures acudían en su auxilio.
Los primeros indicios del cristianismo en Cantabria proceden del siglo V, los antiguos cantabros tenían creencias politeístas y también practicaban cultos naturalistas. Después de las guerras el emperador los obligo a bajar a los llanos, aunque no todos lo hicieron. Desde entonces empezaron a ensancharse la denominación de Cantabria pues como era natural con la mudanza llevasen consigo el nombre, de este modo bajaron hacia los turmogos, autrigones y verones, ello explica que se alargase el nombre de Cantabria hasta la Rioja donde todavía perdura el topónimo de sierra de Cantabria.
Los cántabros practicaban cultos de tipo naturalista: veneraban a los montes, bosques, lagos, serpientes. Las representaciones solares de las numerosas estelas gigantes que se han encontrado, hacen suponer que también existiría el culto a un dios solar. Se han encontrado en Zurita de Piélagos, Barros y Lombera. Se las considera de la Cantabria prerromana, aunque también pudieron haberse creado bajo dominio romano, puesto que también se conocen estelas discoideas con inscripciones latinas como la de Luriezo ( Cabezón de Liébana ). También se conoce el nombre de un dios, Erudinus, a quién se rendía culto desde la cima del Pico Dobra, en Torrelavega.
Existía un dios-padre, asimilado más tarde al Júpiter romano. En Herrera de Camargo se descubrió una bella escultura de bronce que le rendía culto. También aparece un dios de la guerra cántabro que en el futuro sería asimilado al Marte latino al que se le ofrecían sacrificios de cabras, caballos y prisioneros.
Parece estar confirmada la presencia de una diosa llamada Cantabria. Se ha encontrado un ara votiva en el Danubio, hasta donde llegaron los soldados cántabros con el ejército romano, dedicada a esta deidad. Esta diosa podía estar relacionada con algún tipo de culto a la luna. También existe un indicio de culto a las "matres". En el monte Cildá apareció una ara dedicada a la diosa Mater Deva, conocida en el mundo céltico y relacionada con las aguas. El río Deva en Cantabria, permite establecer la relación con la diosa.
Hemos sabido que los cántabros sacrificaban a sus prisioneros en gran número y que las cuevas tenían gran importancia para el pueblo cántabro, puesto que las utilizaban con fines funerarios.Por una pequeña escultura de bronce encontrada en Castro Urdiales sobre un escarpado monte, deducimos que los cántabros de la costa veneraban a un dios del mar, asimilado posteriormente al Neptuno latino, aunque en este caso, el Neptuno cántabro se presenta como un joven imberbe que lleva un collar en forma de media luna. Aparecen otros atributos clásicos como el delfín en una mano y el tridente en la otra. Actualmente, se encuentra en el Museo de Prehistoria de Santander.
En algunas lápidas aparecen animales como caballos o ciervos, porque al parecer, existía la creencia de que estos animales transportaban las almas de los difuntos al cielo. Sobre como enterraban a los muertos bien poco se sabe. Parece que se practicaba la cremación con los difuntos, excepto con los que morían en el campo de batalla, que debían quedar yaciendo allí hasta que los buitres abrieran sus entrañas para transportar sus almas al cielo. Esta es una costumbre que ha quedado reflejada en una de las caras de la estela de Zurita.
La Estela de Barros: La estela es una piedra monolítica de forma discoidal que recuerda a los difuntos. La de Barros constituye un vestigio gigante; está decorada en bajorrelieve con anillos concéntricos, motivos geométricos y una esvástica en el centro. La estela es identificada como elemento y seña de cantabricidad. El símbolo central es, probablemente, de origen celta (uno idéntico aparece en la bandera del pueblo de Kilkenny, Eire). Conocida como «La rueda de Santa Catalina» o «De la Virgen», apareció muy cerca de la ermita, en un prado denominado «Los Lombos de la Rueda», en el pueblo de Barros, perteneciente al Ayuntamiento de Los Corrales de Buelna, y data de 400 años antes de Cristo. Otros símbolos similares han sido encontrados desde entonces en otras partes. El símbolo es conocido como la Estela de Barros y se cree que los antiguos cántabros la usaron como bandera en sus guerras contra Roma. La estela original ( 170 centímetros de diametro y 32 centímetros de espesor de piedra arenisca) se encuentra en el Parque de las Estelas, junto a la ermita de "Nuestra Señora de la Rueda" (Barros). Su figura aparece en la parte baja del escudo de la comunidad autónoma de Cantabria.

Las Anjanas: Es el ser bondadoso por excelencia de Cantabria; protege a las gentes honradas, a los enamorados y a quienes se extravían en el bosques o en los caminos. Las Anjanas son mujeres de hermoso rostro y atractiva figura. Sus cabellos son largos y finos, adornados con flores y lazos de seda. Se visten con delicadas y bellas túnicas de seda blanca. Llevan sandalias y un báculo con extraordinarias propiedades mágicas .También se dice que son espíritus de los árboles que tienen encargado cuidar de los bosques. Se suelen alimentar de miel, fresas, almíbar y otros frutos que les proporciona el bosque. Viven en grutas secretas de las que se dice que tienen el suelo de oro y plata y en las que acumulan riqueza para la gente necesitada. Pasan el día andando por las sendas del bosque, sentándose a descansar en las orillas de la fuentes. Allí, en las fuentes, conversan con las aguas, que entonces manan más alegres y cristalinas. También ayudan a los viajeros perdidos, a los pastores, a los animales heridos y a los árboles que la tormenta, y el viento ha quebrado. Se dice también que las Anjanas se reúnen en el comienzo de la primavera en los altos pastos de los montes y danzan hasta el amanecer cogidas de las manos en torno a un montón de rosas que más tarde aparecen por los caminos. Aquel que encuentre una de estas rosas de pétalos rojos, verdes y amarillos será feliz hasta la hora de su muerte.
Las anjanas de Treceño: Vivían solas en una cueva de Argel. Eran visibles para las gentes de Treceño, que las veían sentadas dando de mamar a sus hijos sin decir nada. Los anjanos eran cazadores y tenían unos grandes perros.La característica mas peculiar de estas hadas de Treceño eran sus pechos alargados y deformados.
Las brujas: Se trata de brujas voladoras que tienen el poder entre los mortales durante el tiempo que transcurre alrededor de la media noche también llamada la "hora bruja' y los primeros brillos del alba. Es decir, hasta que el sol ahuyenta los malos espíritus o se rezan las primeras oraciones del día. Las brujas de la Montaña no son hechiceras, ni encantadoras, ni adivinas: se cree en estos tres fenómenos, pero no se les odia. Por ello, algunas veces el pueblo se beneficia de sus artes. Todos los sábados del año, por la noche, las brujas montañesas salen volando chimenea arriba, montadas en escobas o trasformadas en cárabos, rumbo a Cernégula (Burgos). También se les atribuyen ciertos poderes sobre los cambios del clima: cuando cae una fuerte tormenta y acto seguido sale el sol es un presagio de que va a caer otra tormenta. Por tal motivo, a ese sol se le llama ''sol de brujas'', ya que presagia otra fuerte tormenta.

Los Caballucos del diablo: Aparecen en las noches de San Juan cruzando los espacios entre nubes de azufre y bramando endiabladamente. Los Caballucos del Diablo son siete: uno blanco, otro negro, otro rojo, otro azul, otro verde, otro naranja y otro amarillo. El jefe es el rojo que es muy gordo y percherón, siempre va en el medio y tiene al diablo por jinete que lleva las riendas de todos. Sólo vienen al mundo en la noche de San Juan. Esa noche cabalgan por los montes comiendo el trébol de cuatro hojas para que no lo encuentren las mozas y los mozos, y así no les pueda dar suerte, ya que con el trébol de cuatro hojas se consiguen cuatro cosas: vivir cien años, no pasar dolores, no tener hambre y aguantar todas las desgracias de la vida. Dicen que los caballucos del diablo son almas condenadas debido a sus muchos pecados. El rojo es un señor que prestaba dinero a los labradores pobres y después les embargaba con trampas y mala ley; el blanco era un molinero que robaba la harina molida a otros molineros; el negro era un ermitaño que engañaba a la gente; el amarillo era un juez perverso; el azul era un tabernero malvado; el verde era un señor muy rico que perdió a muchas mozas honradas; y el color naranja, un mal hijo que pegó a sus padres. Todos los males de los caballucos del diablo sólo pueden ser conjurados mediante la yerbuca de San Juan.
El Culebre: Este monstruo ya no existe, pero aparece en La Mitología de Cantabria. Es un dragón de una única cabeza, con la boca llameante por la cual lanza llamaradas de fuego; tiene alas de murciélago, la piel escamada como la de un lagarto, ojos brillantes, dientes muy potentes y un gran brillo en sus ojos. Con todo estos rasgos, se asemeja a un lagarto de avanzada edad; también puede asemejarse a una serpiente voladora, aunque no hay que confundirla con tal, puesto que El Culebre nunca llegó a tener propiedades voladoras. Cuenta la leyenda que El Culebre tenía como morada una cueva situada a sólo dos kilómetros de San Vicente de la Barquera. Allí sembraba el terror y la muerte sobre los acantilados de esta villa marinera. Ninguna fuerza humana fue capaz de parar las andanzas del dragón, hasta que un año, cuando el Culebre tenía una muchacha preparada para el sacrificio ritual, ésta invocó fervorosamente al Apóstol Santiago a fin de que la salvara de tan cruenta muerte. Y la plegaria surtió efecto, pues acto seguido, al Culebre se le empezaron a desprender de la piel sus escamas, y cuando ya apenas conservaba fuerzas y ni siquiera echaba fuego por su boca, el mismo Apóstol le pisó la cabeza, terminando así con su vida y librando al pueblo de la presencia de tal personaje.

Los Enanucos Bigaristas: Enanos, feos, barbudos, maduros y con arrugas en el rostro, dotados de una inteligencia y habilidad verdaderamente prodigiosa y con sabiduría se mi divina: pequeños y solitarios, tocan el bígaro arrancando centenares de notas distintas, de ahí su nombre. Suelen aconsejar a la gente y raro es que se ofendan, pero cuando lo hacen se vuelven malos y vengativos, obrando con gran perversidad. Se les encuentra fácilmente en las explotaciones o galerías de las minas, y esto es un síntoma de buen presagio, puesto que allí donde aparecen cualquiera de ellos resulta un lugar abundante en metales preciosos o gemas de gran valor.

El Hombre- Pez: Dentro de los personajes que configuran la Mitología Cántabra los hay encuadrados en el campo imaginario y fantástico, narrados por la tradición popular y de los cuales no se tiene constancia real de su existencia, quedándose en mera fábula; sin embargo, hay otros de los que se sabe que han existido realmente y se conservan datos reales. De ahí procede la leyenda del Hombre-Pez de Liérganes, el mito real de Cantabria. El Hombre-Pez de Liérganes se llamaba Francisco de la Vega Casar, nació a mediados del siglo XVII en el pueblo de Liérganes y fue bautizado en la parroquia de San Pedro. Este hombre dio sus primeras zambullidas en el río Miera, y a sus diecisiete años desapareció en Bilbao donde le mando su madre para aprender el oficio de carpintero. Tiempo más tarde fue recogido en la bahía de Cádiz con escamas de pez en su cuerpo y habiendo perdido el habla y la razón. Como recuerdo de esta leyenda, la villa de liérganes conserva un paseo que lleva su denominación, con un monumento alusivo al personaje ya mitológico.
Las Ijanas del Valle de Aras: Cometían sus fechorías en el valle de Aras, en la zona oriental de Cantabria - de ahí su denominación-, principalmente en los pueblos de San Miguel, San Mamés y San Pantaleón, donde saqueaban las colmenas para poder satisfacer su desmedida glotonería. También se dedicaban a penetrar en los hogares de los vecinos para robarles la comida guardada. Son muy revoltosas y nadie sabe a ciencia cierta en qué lugar del valle habitan, pero se las describe con un pecho enorme que se echan sobre su hombro derecho cayéndose a la espalda.

Los Nuberos: Geniecillos diminutos y malignos que cabalgan sobre la tempestad descargando el rayo y el granizo. Son los agentes y rectores de las tormentas en la Montaña, guiando un verdadero cortejo de nubes Sin contorno y con enormes proporciones; se les tiene gran temor, ya que pueden ocasionar grandes destrozos en los pueblos, por eso son temidas las noches de grandes lluvias y tormentas, pero existe una especie de conjuro que el pueblo lleva a cabo y que consiste en hacer tañir las campanas para espantar a los espíritus maléficos y así poder salvarse de los rayos y de las tormentas. También se encienden cirios para ahuyentar los nubarrones y se echan un par de hojas de laurel bendecido al fuego. También estos geniecillos actúan contra los pescadores Cántabros: éstos se hacen a la mar y se disponen a echar las redes para pescar, los Nuberos les sorprenden, provocando enormes galernas que les obligan a abandonarla faena y regresar a puerto, donde les aguarda todo el pueblo.

La Ojáncana: Es considerada como la mujer aparentemente mal casada que comparte sus traiciones y maldades; feroces con su cónyuge, el Ojáncano, al cual gana tanto en maldad como en perversidad; por eso el pueblo desconfía de ese matrimonio. A la hora de definir a este personaje todo el mundo le suele retratar como un ser en extremo terrible y repulsivo, y aunque hay algunas variantes acerca de su rostro y rasgos faciales, en general se le puede describir como un personaje sanguinario, de aspecto bestial y aterrador, de cabeza grande, con la cara chata, con su labor inferior grueso que llevaba colgado, y con dientes grandes; la piel la tiene agrietada, cubierta de greñas de color amarrado y con colmillos fuertes y salientes de su cara rugosa y repelente, éstos además afiladísimos y retorcidos en forma de ganchos en espiral y de dos filos, con ellos tritura todo lo que come que es casi siempre lo que cultivan los campesinos, aunque también come carne animal y humana; la que más le gusta es la de los niños y cuando no los encuentra se cabrea y coge berrinches. Cuentas con diversas cuevas donde habitar y que se las denomina ''Cueva de la Ojáncana''. Están situadas en distintos lugares: una de ellas en la Penilla de Cayón; otra a orillas del río Pisueña, en el sitio llamado'' El peñon''; otra en Santiurde de Toranzo; y otra más enclavada en el pueblo de Cieza. Ésta última es maléfica y espeluznante.
El Ojáncano: Es la antítesis de la bondad, de la dulzura,de la misericordiosa de la Anjana. El Ojáncano es un símbolo del odio, del enfado perpetuo, de todo lo que destruye, amenaza, desgarra y maltrata. Siempre con los malos pensamientos, con el agravio de su fuerzas, con su instinto que ´´ paez hechu de espinos, de lobu, de cuevu, de raposa``. El Ojáncano se alegra de la aficción de los pastores enamorados, de los incendios que destruyen los bosques, de los ríos que inundan las mieses.

La Osa Andara: Vive en las escarpadas y neblinosas cumbres de los Picos de Europa. Es una mujer-osa sumamente forzuda y brava, tiene brazos y piernas cubiertas de pelo, lo mismo que un oso, y es de costumbres rudas.
La Reina Mora: Es una bella mujer que, según cuenta la leyenda, permanece encerrada en una profunda sima de lebeña víctima de un encantamiento. De gran hermosura, custodia un inmenso tesoro abandonado por los árabes en su huída de las tierras de Cantabria hace siglos.

La Sirenuca: Fue una guapísima moza de Castro Urdiales aficionada a trepar por los acantilados más peligrosos para cantar al compás de las olas sus hermosas canciones marineras. Por ello quedó trasformada en una mujer con cola de pez.

El Tentirujo: Es un enano vestido de rojo y tocado con una boina de rabo tieso. Trata de que los muchachos obedientes y buenos dejen de serlo, usando para ello el secreto poder de la mandrágora, planta con raíz de forma humana.
El Trasgo: Duende montañés protector del hogar y huéspedes de los campesinos. Es juguetón y enredador pero bonachón, aunque a veces trae disgustos con sus enredos y burlas. Lo describen de la siguiente manera:'' es un hombruco más negro que el sarro, que va vestido de colorado con un traje hecho de cortezas de alisas puestas del revés y cosidas con yedras. Por la noche, ejerciendo el mando momentáneo de la casa, es el dueño absoluto de ésta, de modo que si por la mañana se percibe algún cambio el único responsable es El Trasgo.

El Trastolillo: Es un duendecillo alocado enredador y burlón que vive en las casas. Tira la harina, bebe leche y afloja las tarabillas de las ventanas entre chirriantes risas e hipócritas lloriqueos. Aunque travieso y culpable de muchas pequeñas fechorías que incomodan a las personas de las casas donde vive, en el fondo es bondadoso.
El Trenti: Es un enano que andaba por los montes vestido con un ropaje de hojas y de musgos. Dormía en las torcas en el invierno y debajo de los árboles en el verano. Comía panojas y endrinas, pero no bebía agua porque dice que es para él como veneno. Era malicioso y pícaro. Se escondía en las matas de los senderos y tiraba de las faldas a las muchachas. Los ojos del Trenti eran verdes y la cara negra.

Los Ventolines: Dicen que vivían en las nubes de las puestas de sol. Eran como ángeles y tenían unas alas verdes y muy grandes. Cuando un pescador se cansaba subiendo las redes, bajaban los ventolines de las nubes de la puesta del sol y les cargaban los peces en la barca y además les limpiaban el sudor o les abrigaban con las alas verdes cuando hacia frio.
La Bicha de Labarces
Enigmático reptil de grandes dimensiones que allá por los años 40 del siglo pasado, fue vista en el pueblo de Labarces , mas concretamente en su barrio de Caviña o la Florida
A mediados del pasado siglo un curioso suceso recorrió los pueblos de la comarca, y fue conocido en prácticamente la totalidad de la provincia e incluso tuvo eco en algunos medios de algún otro país europeo.
Y es que en este apartado pueblo montañés, había aparecido un animal extraño, una especie de serpiente o reptil, con unas dimensiones enormes, “…como un poste de la luz…un monstruo…”según los sorprendidos testigos de la zona, como fueron Sin Piney, Placido Lebaniegos o Consuelo, vecinos del lugar, que poco a poco, según se acostumbra en la creación de cualquier mito, fue adquiriendo características desproporcionadas, mientras iban pululando estas experiencias de boca en boca.
Se presentaron periodistas y curiosos, gentes que creían y gentes que sonreían.
Esta era en aquella época una zona minera (se extraían blenda y calamina y otros minerales en menor cantidad), con una gran cueva (El Soplao) y dos cuencas de ríos que acaban haciéndose subterráneos a través de sumideros. Así mismo la zona comparte abundancia de animales salvajes de monte, como el jabalí, el corzo, el zorro, la jineta, el tejón o tasugo, la garduña y otras bestias, ya que este paraje esta situado en los límites de la Reserva Nacional del Saja.
El lugar de la supuesta aparición de tan extraño, ser se trata de una vaguada poblada de monte bajo, con pinos en su parte mas abrupta, quedando a la derecha” la Plaza del Monte” una de las entradas de galerías en la zona minera. Dicha vaguada, la forman los surcos de dos riachuelos, que vienen de una zona escarpada denominada “Canal del Toro”, y que se unen escasos metros mas abajo, en un paraje denominado “Los Ríos”
Bien, pues en ese preciso lugar, a escasa distancia de las primeras cuadras del barrio de Caviña, fue donde se encontraron a esta especie de reptil tan extraño, cuyos relatos tienen el honor de perdurar hasta nuestros días.
Pero a pesar del escepticismo que reinaba en la zona , con respecto a la curiosa observación, los testigos juraban y perjuraban sobre la verdad de su relato. Según ellos habían visto un bicho extraño y enorme. El testimonio de don Alfonso Piney, apodado “Sin”, el vecino de Labarces antes citado, habla de cómo se la encontró, entre espinos, una tarde del año 1945, mientras se dedicaba a tareas agrícolas en un prado cercano al barrio de Caviña:tenia una enorme cabeza aplastada…con una mirada muy intensa y fija…la descubrí entre unos espinos…tenia una semejanza con el turón, pero cuando me acerqué, el extraño animal salio huyendo hacia la espesura de las matas de un sumidero del río , que allí mismo desaparece para reaparecer en el llano, uniéndose a otro riachuelo que baja por su derecha , …era una especie de culebra…muy grande…que tendría no menos de cuatro metros “de longitud y mas de diez centímetros de gruesa…, en aquellas zarzas se ocultó y nunca jamás volví a verla… pero si no se ha muerto, estoy seguro de que allí debe estar …”Los mas crédulos razonaban que pudiera ser algún tipo de reptil exótico, traído por algún indiano de las Américas, o alguna persona que hubiera venido de África, por obligaciones militares, y que hubiera soltado al sorprendente animal por la zona, por Dios sabe que razones, refugiándose entre la espesura de los montes cercanos. De esta manera y si hubiera sobrevivido, no era extraño que algún paisano se hubiera tropezado con tal inusual ser por aquellos dominios.
Pero los mas folcloristas, quieren ver en “La Bicha Caviña”, las secuelas de seres míticos en la cultura cántabra: estamos hablando de el “sierpe”, el “cúlebre” y un sinfín de dragones y otros reptiles que salpican la mitología de esta región.
Según Jesús Callejo investigador y etnógrafo, los relatos de avistamientos de estos grandes reptiles legendarios, siempre se ubican en lugares de fuerte magnetismo o con clara tradición minera (recordemos que en este caso se halla en las inmediaciones de una que fue importante explotación minera y en las cercanías de la cueva del Soplao).
Los mas atrevidos, aportan la teoría de que existe un mundo subterráneo desconocido hoy en día para nosotros, en el cual los seres que hoy calificamos como mitológicos o legendarios, desde los fantásticos reptiles como este, hasta los gnomos (Trasgu, Trenti,Tentirujo etcetera.…) pasando por los ogros (Ojancanos) y las hadas (Anjanas), y otros de similares características perviven en las profundidades de la tierra , teniendo sus salidas por cuevas o minas y que si nosotros los recordamos vagamente por medio de leyendas y cuentos , es porque hubo una época en que formaban parte de nuestras vidas.
A partir del siglo IV, Liébana se cristianiza y ya en el siglo VI existía el monasterio de san Martín (hoy Santo Toribio) faro espiritual de las regiones cantabra y astur.
Tras la invasión musulmana del año 711 y la rápida conquista de la Península, los cristianos que defendían el estado hispano-visigodo se replegaron hacia las montañas cantábricas e hicieron frente con éxito en la batalla de Covadonga (722), así como en otras escaramuzas que tuvieron lugar en nuestros montes, como en el cercano lugar de Cosgaya, que sirvieron para tomar confianza de sus fuerzas e iniciar la Reconquista. Se constituyó el reino asturiano con don Pelayo, a quien sucedió Alfonso I, hijo de su colaborador el duque Pedro de Cantabria, casado con Ermesinda, hija del caudillo de Covadonga. Este rey de sangre cántabra pobló y organizó el territorio de Liébana con cristianos de la Meseta, para crear un vacío estratégico como frontera a los islamitas en el valle del Duero. Entre ellos vinieron monjes que se instalaron en numerosos lugares de nuestra comarca, fundando monasterios como el de San Martín de Turieno, que andando el tiempo se convertiría en Santo Toribio de Liébana. Es posible que a mediados del siglo VIII, una vez consolidada la Reconquista en esta zona, se trajesen aquí los restos del obispo Toribio de Astorga (448-453) y las reliquias del Lignum Crucis, -que según la tradición él había traído de Jerusalén- , para depositarlas en un lugar seguro como era este monasterio, que ya había adquirido cierto prestigio en el territorio cristiano.
El Lignun Cricis
La tradición la relaciona con el origen del monasterio, pero lo más verosímil es que fuese traída al mismo tiempo que los restos de Santo Toribio de Astorga, alrededor del siglo VIII. Según el P. Sandoval, cronista de la orden benedictina, esta reliquia corresponde al "brazo izquierdo de la Santa Cruz, que Santa Elena (madre del emperador Constantino, en el siglo IV) dejó en Jerusalén cuando descubrió las cruces de Cristo y los ladrones. Está serrado y puesto en modo de Cruz, quedando entero el agujero sagrado donde clavaron la mano de Cristo” . Se encuentra incrustado en una cruz de plata dorada, con cabos flordelisados, de tradición gótica, realizada en un taller vallisoletano en 1679. Las medidas del leño santo son de 635 mm. el palo vertical y 393 mm. el travesaño, con un grosor de 40 mm. y es la reliquia más grande conservada de la cruz de Cristo, por delante de la que se custodia en San Pedro del Vaticano. Un análisis científico de la madera, determino que "la especie botánica de la madera del Lignum Crucis es Cupressus Sempervivens L., tratándose de una madera extraordinariamente vieja y que nada se opone a que alcance la edad pretendida".
En Santo Toribio se celebra uno de los cinco "Años Jubilares" que se conmemoran en el mundo, (tres de ellos en España: Jerusalén, Roma, Santiago, Santo Toribio y Caravaca) numerosos peregrinos repiten el rito que consiste en pasar por la Puerta del Perdón.
Las Guerras Cántabras de Leovigildo
La historia de Cantabria en la época de caída del imperio romano y de las invasiones bárbaras (Suevos, Alanos, Vándalos y finalmente Visigodos) así como también la del origen de la reconquista es quizás menos conocida que de la era de la conquista de Roma de la antigua Cantabria.

En primer lugar Cantabria en esa época ocupaba un mayor territorio que la Cantabria prerromana extendiéndose no solo por el antiguo solar cantabro sino que englobaba a parte de la Asturias actual de León, Palencia, Burgos, País Vasco y la Rioja.
Y permaneció independiente de las nuevas invasiones gobernándose por un Senado de aristócratas hispano-romanos, con su capital en Amaya (al norte de Burgos)
San Millan
En la vida del ermitaño riojano Hemiliano (o San Millán), que fue escrita por Braulio, obispo de Zaragoza, probablemente durante la década del 620 o 630 se dice que el santo ermitaño se dirigió a los miembros del senado de Cantabria advirtiéndolos sobre su inminente destrucción si se resisten a atender su exhortación al arrepentimiento de sus pecados
En los días de cuaresma, le fue revelado al santo la destrucción de Cantabria; por lo cual, enviando un mensajero, manda que el Senado se reúna para el día de Pascua.
Reúnense todos en el día marcado; cuenta el lo que había visto y les reprende sus crímenes, homicidios, hurtos, incestos, violencias y demás vicios, y les predica que hagan penitencia. Todos le escuchan respetuosamente, pues todos le veneraban como discípulo de nuestro Señor Jesucristo, pero uno de los senadores, llamado Abundancio , dijo que el Santo chocheaba por su ancianidad ; mas él le avisó que por si mismo experimentaría la verdad de su anuncio, y el suceso lo confirmó después porque murió al filo de la vengadora espada de Leovigildo el cual entrando allí, se cebo también en la sangre de los demás, por no haberse arrepentido de las perversas obras que según Millán habían cometido.
Aunque el breve texto de Braulio retrasa el acontecimiento, dándole una fecha posterior a la verdadera en medio siglo o mas, es muy posible que se hubiera registrado tradiciones genuinas relativas a una aristocracia local mayoritariamente hispano-romana que se habían situado como élite gobernante en Cantabria, ignorando a la monarquía visigoda. No se puede saber si esto fue el resultado de los periodos de debilidad por los que paso el poder real después de 507, o a continuación de la guerra civil entre Agila y Atanagildo a principios de la década de 550, o si de hecho los reyes visigodos nunca habían impuesto su autoridad en la región en ningún momento anterior. Resulta al menos interesante especular sobre la posibilidad de que este Senado local fuera en realidad una reacción frente al hundimiento del poder imperial que se había producido en la península alrededor del año 409.
Que este poder no sobrevivió a los acontecimientos del año 574 es un hecho que queda bien explicado tanto en el texto de Juan Biclaro como en el de Braulio, y este ultimo indica que muchos de sus miembros fueron masacrados por Leovigildo el cual se aprovechó de las predicciones de Millán.
Decían que el viejo ermitaño Emiliano de la Cogolla, más conocido como San Millán, hacía milagros y expulsaba demonios. Su nombre era célebre en una Hispania desgarrada por la guerra, la herejía y el hambre. Desde territorio cántabro le llevaron a una paralítica, Bárbara, a la que sanó, y a una ciega sierva del senador Sicorio, a la que devolvió la vista. Guiado por designio divino, el anciano que rozaba el final de su vida agarró su cayado en el año 574 d.C. y se dirigió a las montañas del norte, hacia Peña Amaya.
Situada al noroeste de la actual provincia de Burgos, una enorme atalaya que alcanza los 1.370 metros de altura recibió al anciano. Ascendió por su agria cuesta hasta su entrada protegida por murallas de época prerromana El poblado era vigilado por una fortaleza en lo más alto de la meseta de 42 hectáreas. El santo se presentó ante un enigmático Senado que controlaba la región de Cantabria, una extensa zona que abarcaba el oriente de Asturias, norte de Burgos y partes de Álava y La Rioja. El monje intentó evangelizar a los locales y, como hizo el profeta Jonás en Nínive, advirtió a sus senadores.
Asaltado por visiones apocalípticas avisó a los grandes senadores de que su pueblo sería arrasado, pero no quisieron escucharlo. Según la biografía del santo escrita por San Braulio, uno de aquellos señores llamado Abundancio se rio del eremita. Aquel mismo año, en Toledo, un rey guerrero que soñaba con conquistar Hispania, alistó a sus soldados para encarnar "la ira de Dios" sobre los "horrendos cántabros".
La ciudad de Amaya o Amaia, que significaría "ciudad madre", tuvo población al menos hasta el siglo X d.C. y en la actualidad apenas queda nada. Hoy la caseta del guardia se yergue solitaria en la meseta repleta de ruinas olvidadas que se cubren de nieve en invierno y sobre las que el sol cae a plomo en verano. Habitado desde la prehistoria, en las guerras cantabras de finales del siglo I a.C. el emperador Augusto construyó un bastión militar desde el que poder internarse hacia las montañas y controlar el paso a las llanuras de cereal.
Esta posición protegió más tarde la calzada que unía la meseta con Juliobriga y el actual puerto de Suances. Del yacimiento de Amaya, apenas estudiado, se conocen algunas estelas con nombres romanos y cántabros, restos cerámicos de vasos, ánforas, peines y algunas monedas de lo que fue un modesto asentamiento militar y civil protegido por murallas prerromanas.
Con el fin de Roma, el asentamiento, enclavado en una posición estratégica y muy fácil de defender, se convirtió en una especie de capital regional de Cantabria donde se reunía un Senado autóctono, el mismo que no quiso escuchar a San Millán. ¿Pero quiénes fueron estos senadores?
El Senado
En el Bajo Imperio romano los terratenientes de Asturias y Cantabria se hicieron los amos de unas tierras agrícolas y ganaderas cada vez más ásperas y pobres. En el año 411 los vándalos asolaron el sur de la región y, más de 40 años después, una flota de piratas hérulos castigó las costas del norte, incluida Galicia. Ante la desintegración de la administración de Roma, los aristócratas hispano romanos de la Península Ibérica se situaron como último baluarte de seguridad en sus villas y ciudades.
Los nobles más prósperos y poderosos estaban en la Bética, pero en los montes de Cantabria el proceso fue similar. Estos terratenientes contaban con ejércitos privados que en origen quizá estuvieron formados por remanentes de legionarios romanos y limitanei destinados a luchar contra bandidos y proteger caminos que se vieron abandonados a su suerte.
Así, entre los siglos V y VI d.C., estos grandes señores terminaron gobernando sobre miles de siervos, esclavos y colonos. Se sabe que algunos de estos aristócratas, como Abundancio, Honorio y Nepociano, se reunieron en Peña Amaya y se mostraron muy celosos a la hora de defender su independencia política frente a visigodos, vascones y francos, por lo que crearon pequeños castillos en los caminos y pasos de montaña.
"Las menciones de los cronistas visigodos al 'nevado vascón' o al 'horrendo cántabro', en definitiva, solo reproducen unos tópicos literarios originados en el mundo clásico acerca del carácter belicoso y montaraz de los pueblos norteños, al servicio de una interesada dicotomía entre un reino de Toledo heredero del poder imperial, y los 'paganos' incivilizados
Un rey furioso
"En estos días [del año 574], el rey Leovigildo, habiendo entrado en Cantabria, mata a los usurpadores del país, toma Amaia, se apodera de sus riquezas y somete la provincia", apunta el lacónico cronista Juan de Bíclaro. El incansable rey visigodo contaba con un pequeño pero veterano ejército de caballería pesada compuesto por bucelarios que marchó como un trueno a principios de verano. Al igual que en sus campañas anteriores, sus armas fueron la astucia, la velocidad y el engaño.
Aplastó toda resistencia ofrecida por las levas improvisadas de los senadores que armaron a sus siervos y colonos. Los jinetes visigodos cubiertos de hierro remontaron el Ebro desde Caesaraugusta (Zaragoza) y asolaron los caminos de montaña, robaron ganado y cayeron como el rayo en villas y aldeas hasta que, sin más tierras que saquear, bañaron sus armas en el mar. Las defensas de Amaya cayeron al asalto.
No hubo un asedio muy largo ni elaborado. Las fuentes informan que se registró una traición y los hombres del rey de Toledo masacraron a los lugareños y a sus senadores, alcanzados por "la vengadora espada de Leovigildo", según las crónicas.
Antes del invierno y las primeras nieves, toda la región olía a humo. "De esta manera, Leovigildo no solo sometió la extensa Cantabria hasta entonces libre de dominio godo, sino que también alzó un muro defensivo que detenía la expansión vascona, a menudo dirigida o al menos reforzada por elementos francos
Sobre las ruinas de Peña Amaya se levantó un nuevo poblado que sobrevivió hasta el siglo X. La élite aristocrática que logró escapar de la escabechina pactó con los nuevos amos y pasaron a depender de un dux godo. El ducado de Cantabria, en zona fronteriza con los vascones y francos, sufrió constantes escaramuzas.
Su último duque, Pedro, acogió a exiliados y refugiados hispanogodos que huían de las huestes de Tariq cuando acabó con el rey Rodrigo en el año 711. Amaya caería presa del pánico en manos islámicas pocos años después. Pedro participó en la rebelión de don Pelayo y sus vástagos se situaron como los primeros reyes del primitivo reino de Asturias
PEÑA AMAYA
EL OTRO SANTUARIO
DE LA RECONQUISTA
Alfonso Romero
Ingeniero e investigador en castillología
UNO DE LOS LUGARES MÁS INTERESANTES DE ESPAÑA, TANTO POR LA AGRESTE BELLEZA DEL PAISAJE EN QUE SE ENCUENTRA COMO POR LA RICA HISTORIA QUE DUERME ENTRE SUS MUDAS RUINAS, ES LA IMPRESIONANTE PEÑA AMAYA.
Situada junto a la localidad burgalesa del mismo nombre; en el corazón de la abrupta comarca norteña de Las Loras, Peña Amaya es un buen ejemplo de peculiar estructura geológica -la lora- a la que hace referencia el nombre de la comarca, a saber, una suerte de gran meseta rocosa, salpicada de peñascos. En efecto, la lora de Amaya es una de las más altas de la zona, elevación ésta que se ve sublimada por unos taludes casi verticales, sumamente difíciles de superar más allá de los caminos trazados a lo largo de los últimos veinte siglos. Considerablemente extensa también a pesar de su perfil estrecho y alargado, la cumbre de la meseta no es llana del todo, encontrándose antes bien dominada por dos impresionantes formaciones pétreas conocidas por el Castillo y la Muela, a la sazón formidables obstáculos adicionales para todo aquél que pretenda dominar la peña por la fuerza. El resultado es un enclave como pocos otros en España, dotado de unas cualidades defensivas rayanas en la excelencia, de ahí que aunque solo fuera por esto, no resulta en absoluto extraño que Peña Amaya haya albergado pobladores desde la remota Edad del Bronce.
Sin embargo las virtudes de Amaya van mucho más lejos que su sola bondad táctica por inmejorable que ésta sea. Ciertamente, un simple vistazo al mapa de la zona enseguida nos informa de su condición de guardiana de Cantabria, consecuencia directa de su ubicación en el último reborde de la cordillera Cantábrica a modo de inexpugnable atalaya erigida sobre la inmensa llanura del Duero, vigilando de cerca el tránsito por la más oriental de las dos rutas históricas de acceso a Cantabria. Dicho todo esto no hace falta más que reunir tantas y tan magníficas virtudes para tomar conciencia de la enorme importancia estratégica de la que hiciera gala la Peña durante más de mil años lógicamente traducida en una historia brillante e intensa como pocas, a la postre imbricada no solo en el devenir de los acontecimientos de la comarca sino también en las mismas entrañas de la Historia de España. La historia de Peña Amaya comienza en la segunda Edad del Hierro cuando los aguerridos cántabros fundan un poblado en su cumbre. Según las investigaciones el castro de Amaya delimitaba por el sur el territorio controlado por el pueblo cántabro, siendo en la práctica una suerte de plaza fronteriza proyectada sobre el valle del Duero, propiedad de vacceos y túrmogos. Por esta razón el asentamiento debió ser provisto de murallas desde un buen principio, máxime cuando a su condición de llave del acceso al corazón de la antigua Cantabria se sumaba la de avanzadilla desde la que lanzar los ataques de rapiña a los que tan aficionados eran los cántabros según los escritores latinos.
Aunque tradicionalmente se ha considerado a Amaya uno de los castros cántabros más importantes, lo cierto es que las últimas excavaciones parecen apuntar en sentido contrario. Tampoco es del todo segura la participación de Amaya en las guerras cántabras, pues el lugar no es mencionado por ninguno de los cronistas romanos que trataron estos hechos, los cuales sí mencionan otros castros tomados por las legiones romanas. No obstante su carácter de guardiana de una de las rutas de penetración al interior de Cantabria, a buen seguro utilizada por los invasores según los textos latinos, permite suponer que Amaya fue tomada por Roma en algún momento entre los años 29 a.C. y 19 a.C., fechas respectivas del comienzo y final de las guerras cántabras.
Conquistada finalmente toda Cantabria por Roma, los vencedores ordenaron desalojar la gran mayoría de los enriscados castros cántabros, trasladando su población al llano donde era mucho más fácil de controlar. Salvo alguna excepción aislada ninguno de estos castros volvió a ser habitado nunca más. No obstante, las evidencias arqueológicas indican que Amaya no sufrió esta misma suerte, continuando como núcleo habitado. La razón de esto se hallaba sin duda en el altísimo valor estratégico de su emplazamiento que aconsejaba, al menos, el mantenimiento de una guarnición en la peña.
Desaparecida largos siglos después la autoridad romana en la península, es sustituida por la visigoda: mucho menos capaz que aquélla. Como resultado las tierras de la antigua Cantabria, nunca bien romanizadas así como relativamente alejadas de las comarcas escogidas por el grueso del pueblo visigodo para asentarse, recuperan su independencia sino oficialmente, si de facto.
PEÑA AMAYA EN LA EDAD MEDIA
Los albores del Medievo traerían un periodo de esplendor para Amaya, a la sazón elevada a la condición de capital de los cántabros, pues era en su recinto donde se reunía el consejo de ancianos que tomaba las decisiones que afectaban al conjunto del pueblo cántabro. Por aquel entonces los cántabros seguían siendo un pueblo netamente bárbaro, entregado a sus ritos paganos a pesar del catolicismo impuesto por Roma siglos atrás como religión oficial. Devotos seguidores de ancestrales costumbres legadas por sus antepasados, proseguían su austera vida de montañeses, practicando la ganadería como fuente principal de sustento más alguna limitada incursión en la ciencia de la agricultura. Sólo en las comarcas meridionales de Cantabria, precisamente aquéllas donde se alza Peña Amaya, parecía disimularse un poco la rudeza de un pueblo cántabro bajo un leve barniz de romanización, de ahí que se encontraran por ahí sus mayores núcleos de población.
Durante muchos años, los mismos que empleara la monarquía visigoda en afianzarse en Hispania, los cántabros vivieron en libertad, decidiendo su destino sin injerencias ajenas. Sin embargo, su tradicional comportamiento predatorio trajo sobre ellos una nueva conquista al igual que lo hiciera en tiempos de Augusto. Sucedió así que el rey visigodo Leovigildo, entrando con sus huestes en Cantabria, atacó y tomó Amaya a pesar de la fiereza de sus defensores, destruyendo la plaza y ejecutando a la mayoría de los jefes cántabros. Según la crónica de Juan de Bíclaro esto acaeció en el año 574, significando un golpe de muerte para la independencia cántabra toda vez que la porción ultramontana del país era mucho más pobre que la meridional y por tanto incapaz de salir adelante por sí misma, siendo sometida también poco después.
Tras la exitosa campaña de Leovigildo Cantabria quedó sujeta al dominio visigodo. No obstante la fortaleza de la monarquía visigoda era insuficiente para asegurar indefinidamente la sumisión de los indomables cántabros que volvieron a levantarse durante el reinado de Sisebuto (612-621), siendo derrotados con gran violencia por las tropas toledanas. Parece ser que en esta revuelta también participó Amaya, otra vez bastión principal de los norteños. Al final, lo que no consiguió nunca la autoridad visigoda con las armas hubo de lograrlo la acción evangelizadora iniciada por personajes como San Millán, que aplacó un tanto la fiereza del pueblo cántabro, haciéndole más llevadera su pertenencia al reino visigodo aunque sin renunciar en ningún momento a su identidad ni a sus costumbres. Sucedió así que para finales del siglo VII Cantabria había dejado de ser un territorio decididamente hostil al trono toledano lo que llevó al monarca Ervigio a crear el Ducado de Cantabria (hacia el año 680): división administrativa que garantizaba un cierto grado de autonomía a los cántabros siempre y cuando éstos garantizaran su sumisión a la corona en la persona del representante de ésta en aquella tierra, el Duque o Dux. Como capital de este ducado se escogió la centenaria ciudad de Amaya, sin duda alguna el principal núcleo de una región mucho más grande que la actual comunidad autónoma ya que llegaba por el este hasta el Nervión en Vizcaya y al Nalón por el oeste en tierra astur-leonesa, englobando por el sur la mitad septentrional de las provincias de Burgos y Palencia.
La llegada del Islam a España en el 711 encontraría a Cantabria iniciando su andadura como uno de los ocho ducados visigodos. A buen seguro no habría desparecido todavía el recelo en el alma de los cántabros, inclinados por naturaleza a obrar según su propio juicio sin dar cuenta de sus actos a monarca alguno. Es muy posible que al final hubieran acabado por volver a las andadas, rechazando una sumisión a un rey lejano que no encajaba en absoluto con su forma de ser ni con su estilo de vida. Sin embargo la derrota de Guadalete estaba llamada a cambiar el destino de Cantabria para siempre, poniendo punto final a una historia milenaria a cambio de iniciar otra que todavía estamos viviendo. Todo esto, por cierto, tendría lugar en la milenaria Peña Amaya.
Cuenta la Crónica General de España que la conquista de Toledo por el ejército del bereber Tarik ben Ziyad, vencedor en Guadalete y Écija, se realizó sin dificultades a pesar de las fortificaciones de la ciudad debido a que la capital visigoda se hallaba casi vacía al haber huido su gente, incluida la nobleza goda, hacia Amaya. No resulta difícil de imaginar la confusión que se debió vivir en la histórica fortaleza al ver llegar una auténtica avalancha de refugiados, todos ellos fugitivos de aquellas gentes extrañas que estaban sometiendo el antaño orgulloso reino visigodo con rapidez y eficacia inauditas.
Por aquel entonces gobernaba en Amaya Pedro, segundo Duque de Cantabria. Según algunas crónicas medievales era de linaje regio, afirmando incluso que era hijo del rey Ervigio. En la actualidad se ha puesto en tela de juicio esta aseveración, posiblemente inventada bastante tiempo después para enaltecer su figura. Lo que sí parece seguro es que era godo como también debían serlo los soldados que tenía bajo su mando en la capital del ducado.
Superados los primeros momentos de estupor a medida que el duque era informado por los recién llegados de la catástrofe que se cernía sobre el reino, Pedro resolvió oponer resistencia al invasor. Trasladada su decisión al pueblo cántabro, los indomables montañeses aceptaron unirse al contingente visigodo de la guarnición de Amaya, reforzado por los abundantes hombres útiles que en buena lógica debía haber entre los fugitivos. Entre todos, valiéndose de la magnífica fortaleza natural que el destino había puesto en sus manos, habían de intentar detener al ejército musulmán que avanzaba imparable por Hispania.
Entretanto Tarik ben Ziyad, enterado del lugar al que se dirigían los patricios toledanos, resolvió partir para el norte sin dilación. No en vano el principal objetivo del caudillo bereber era apoderarse del mayor botín posible -aún no se habían empezado a plantear los invasores musulmanes la incorporación de Hispania al mundo islámico- de tal manera que la premura en dar caza a los fugitivos era fundamental. Utilizando la calzada romana que por el puerto de Somosierra se internaba en la meseta castellana, Tarik tomó el camino directo hacia Amaya sin molestarse en desviarse hacia núcleos como Uxama (Osma, Soria) o Clunia (Peñalba de Castro, Burgos): con diferencia los principales de la zona en cuestión. Tal debió ser en verdad la ligereza del paso que imprimiera a sus tropas que logró dar alcance a los más rezagados de entre los toledanos en al-Maida, lugar no identificado todavía, apoderándose de grandes riquezas entre las que se encontraba, según las crónicas islámicas, la mítica Mesa de Salomón, llevada a Toledo por los godos procedente de Roma. Puesto otra vez en camino, el caudillo bereber alcanzó finalmente la vertiente meridional de los montes Cantábricos. Frente a él se alzaba la imponente mole de Peña Amaya, coronada de murallas en cuyos adarves se divisaban las cabezas de un gran número de defensores dispuestos a no dejarle avanzar ni un centímetro más por tierras de Cantabria. Lejos de arredrarse, el caudillo bereber ordenó el asedio de la capital cántabra. Sabía que el tiempo jugaba en su favor.
Pocas son las cosas que conocemos a ciencia cierta sobre este asedio, ocurrido en el otoño del 711. Sí que sabemos que fue un cerco muy duro, dispuesto por Tarik de tal modo que fuera imposible la llegada del menor socorro a los sitiados. Al final, agotadas las provisiones, el duque Pedro no pudo hacer otra cosa que reconocer su derrota y pactar una capitulación más o menos ventajosa con Tarik, quien debió acordar algo con el caudillo godo toda vez que Pedro y los suyos pudieron escapar hacia al norte, al otro lado de la cordillera, mientras que de haber perdido la plaza al asalto o por rendición incondicional lo normal es que hubieran sido ejecutados o esclavizados.
Perdida la capital del ducado, Pedro y su heterogénea hueste se hicieron fuertes en las montañas, señoreando también los valles costeros donde apenas se atrevían a penetrar los musulmanes sino era en gran número. Ante esta situación sería Musa ben Nusayr, señor de Tarik ben Ziyad, el encargado de asegurar la presencia musulmana en la cuenca del Duero vía el reparto de tierras entre sus soldados así como el establecimiento de guarniciones en los puntos más estratégicos entre los que desde luego tenía un lugar destacado Peña Amaya. No contento con estas disposiciones Musa atravesó por primera vez la cordillera cantábrica, alcanzando la costa asturiana en un claro intento de evaluar tanto la riqueza del territorio como la capacidad de núcleos de resistencia ultramontanos.
La lucha en las montañas cantábricas proseguiría durante una década sin decantarse por ninguno de los dos bandos. Aunque Amaya no había vuelto a ser cristiana desde el 711, la peña ya no era estrictamente necesaria para la causa hispana al haber culminado su crucial tarea: la de fundir todas las almas cristianas en una sola, señalando con su dedo de piedra al enemigo común de todos: cántabros, visigodos e hispanorromanos. A partir de ese momento ya no había lugar a querellas entre los irreductibles cántabros y sus dominadores meridionales: ambos grupos conformaban un único pueblo, sin duda variado en sangres pero no por ello menos monolítico en su anhelo de apercibirse para la defensa de la tierra que pisaban, con los corazones puestos en el supremo anhelo de conservar esa independencia por la que siempre habían peleado tanto precisamente los cántabros. Y todo esto se consiguió gracias a la esperanza de victoria que significó Peña Amaya para fugitivos y montañeses, a la postre fallida pero que ilusionara durante el tiempo suficiente para hacer ver a aquella mezcolanza de gentes que lo mejor que podían hacer era unir sus fuerzas contra el invasor e iniciar entre todos la reconquista de España.
Como es bien sabido la archifamosa victoria de Covadonga en el año 722 trajo consigo el afianzamiento del núcleo de resistencia astur que había seguido un proceso de hermanamiento entre hispanos idéntico al iniciado en Peña Amaya. Con notable habilidad política los líderes cristianos, Pedro en Cantabria y Pelayo en Asturias, decidieron plantear un frente común al enemigo musulmán. La alianza fue sellada con el matrimonio de Alfonso y Ermesinda, hijos de Pedro y Pelayo respectivamente. Muertos el Duque de Cantabria y don Pelayo, el hijo y heredero de éste, Favila, muere en 739 en una cacería despedazado por un oso. El señorío de Asturias recaería por derecho propio en Alfonso que vio así fusionados en su persona los dos únicos islotes cristianos que sobrevivían en medio de la marejada musulmana. Ese mismo año se hizo coronar rey de Asturias con el título de Alfonso I dando comienzo así la historia de la monarquía hispánica.
El devenir de Amaya a partir de la formación del reino de Asturias oscilará entre los intentos cristianos por incorporarla definitivamente a sus posesiones y los islámicos por evitarlo. Clara evidencia del enorme valor estratégico de la peña es hecho de que el mismo Alfonso I la ocupara a la primera oportunidad (hacia el año 754, en el marco de la reconquista de Saldaña -la Saldania romana- y la plaza fuerte de Monte Cildá, muy cerca del actual Olleros de Pisuerga), habiendo de abandonarla después ante la imposibilidad de defenderla. Posteriormente será Ordoño I quien en el año 856 ordena a don Rodrigo, primer conde de Castilla, que repueble y fortifique Amaya; tarea que el conde verifica con éxito nombrándose a la nueva población, heredera de glorias sin número, Amaya Patricia.
Como en sus mejores tiempos Amaya adquiriría rápidamente una gran importancia como plaza fronteriza de primer orden. Tal sería, de hecho, su ascendiente sobre la zona que en el año 922 el conde castellano Diego Porcellos manda desviar el camino de Santiago haciendo que pase por Amaya la ruta que antes pasaba por Álava en su devenir hacia Astorga.
Todavía habrían de soportar los milenarios muros un nuevo embate, el último antes de sumirse en el letargo propio de las plazas que van quedando en retaguardia. Sería en 989 cuando las numerosísimas tropas del Califa Hisham II asedian la ciudad, logrando entrar en su recinto tras una dura pugna. Nuevamente arrasado el asentamiento, su repoblación, definitiva se produciría en tiempos del rey Ramiro II.
Ya en el siglo XII, desaparecido mucho tiempo atrás el peligro sarraceno, los pobladores de Amaya abandonan el seguro pero incómodo asentamiento en la cumbre de la peña, instalándose en el llano inmediato. Arriba sólo quedaría la guarnición de la fortaleza que continuaría en ella al menos hasta el siglo XIV en que la documentación nos informa que el castillo de Amaya seguía en uso. Posteriormente desaparecen las menciones en las fuentes, fiel indicio de que la decadencia y su hija el olvido habían empezado a hacer mella en las heroicas murallas de Amaya. Una tras otra, las mismas piedras milenarias que habían visto pasar ante sí los ejércitos de Roma, del rey Leovigildo y del bereber Tarik ben Ziyad iban rodeando por las vertiginosas laderas de la peña convirtiéndose en suculenta cantera para los habitantes de los alrededores.
Hoy en día Peña Amaya es un lugar si no abandonado, sí sumido en un cierto ostracismo; todo lo contrario que Covadonga, el otro lugar donde se gestara la Reconquista; universalmente conocido. Ubicada junto a un pueblecito de pocas casas, tierra adentro en una comarca económicamente deprimida, se encuentra lejos de cualquier vía de comunicación importante. Así mismo, la información disponible al respecto es escasa y en su mayoría especializada lo que unido a la ausencia de restos arquitectónicos relevantes redunda en la perpetuación del desconocimiento por el gran público. Todo esto se podría paliar realizando algunas inversiones en el monumento en forma de excavaciones capaces de exhumar los restos sepultados, en aceptable estado de conservación a juzgar por las pocas catas existentes. Con un poco de esfuerzo se podría incluso poner en valor el yacimiento -la gran belleza del paisaje puede servir de atractivo adicional-, beneficiando así tanto al estado actual de los conocimientos sobre nuestra historia como a los proyectos de divulgación histórica en curso, sin olvidar por supuesto el impulso que a la economía de la zona otorgaría semejante atracción turística ni tampoco la prioridad más acuciante que tiene cualquier monumento: su propia conservación, en el caso de Peña Amaya gravemente amenazada por culpa del expolio a que se ve sometido el lugar tal y como refleja de vez en cuando la prensa de la región.
Ducado de Cantabria
(De José Saiz)
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En el año 574 volvió a destruir Leovigildo a Amaya y pacto con los cántabros lebaniegos una soberanía política compartida, convirtiendo Cantabria en un ducado pero eligiendo a sus duques de entre los principales del lugar, que es como lo fue Favila, padre de don Pelayo, caído en desgracia y desterrado a Tuy. Los vascones dieron mucho que hacer a los visigodos también con sus continuas rebeliones y en esta época es cuando se produce su desplazamiento hacia occidente.
El Ducado de Cantabria fue la unica provincia de la Hispania visigoda que subsistio a la invasion musulmana con su duque Pedro a la cabeza y no solo eso sino que ayudo a Pelayo a iniciar el primer brote de reconquista originando el reino de Asturias y despues dandole el primer gran impulso con los hermanos Alfonso I y Fruela de Cantabria.
Este ducado pervivio despues unido ya al reino asturiano con Alfonso I como rey de Asturias , en la figura de su hermano Fruela y a la muerte de este , se dividiria en condados, uno de los cuales seria el Condado de Castilla
Según la crónica general de Alfonso X el sabio (veraneante en Castro Urdiales) el rey Egica “echo de tierra et en desterramiento” al duque Favila, padre de don Pelayo mandándolo a Tuy, donde vivía el hijo del rey Vitiza, el cual asesino a Favila de un palo en la cabeza. Al heredar el trono este príncipe quiso hacer lo mismo con don Pelayo, por lo que fue a refugiarse a la Cantabria. Esto explica que estuviera don Pelayo en Cantabria cuando la batalla de Guadalete. Hasta que los musulmanes, tras volver a destruir nuevamente Amaya, Tarik y después Muza, se enfrentaron a el.
Envió Munuza, gobernador de Gijón en el emirato de Alahor, a su teniente Alcama contra don Pelayo, el cual concentra sus pocos guerreros en Cangas la antigua Cánicas cantabra, entre los que estarían los cantabros de su porta-estandarte, el señor de Mogrovejo, el señor de Tama, el de Linares y otros. Tras la primera derrota de Covadonga, subieron los africanos al monte Amosa cruzando los picos de Europa para descender a Liébana por Cosgaya. (Según la tradición fue ahí donde naciera don Pelayo, hijo de doña Luz y Favila Duque de Cantabria, nieto de Aquilo y Divigia fundadores del monasterio de Ossina y bisnieto de Benedicto y Ellesmunda señores de Liébana).
Así mismo cerca de Cosgaya se encuentra el llamado monte de la calavera, donde fue encontrado el cadáver despedazado por un oso de Favila hijo y sucesor de don Pelayo (hecho providencial según Sánchez Albornoz, pues sin el cántabros y astures hubieran vivido separados). En Cosgaya existen aun la casa y el campo de don Pelayo donde se cree nació su hijo Favila.En su huida desde el alto Deva hacia el mar, eran diezmados los mahometanos por los Lebaniegos, dejándoles caer sobre ellos grandes rocas, hasta que fueron aplastados por el derrumbamiento a su paso de la ladera del monte Subiedes ( como recoge la crónica)( seguro que algo tuvieron que ver los lebaniegos en ese derrumbe) lo cual aprovecho don Pelayo para exterminar a los supervivientes. Tras la victoria don Pelayo establecería su pequeña corte en Cangas la primitiva Canicas cántabra, a orillas del medianero Sella (720), consolidándose asi el nuevo reino de Asturias.
Según la crónica, al enterarse Munuza gobernador de Gijón de la derrota, huyo pero fue apresado y muerto por los cristianos, con lo cual se hizo don Pelayo con el resto de Asturias hasta el Navia.
En cambio según algunas crónicas el origen de España se debió más a un lío de faldas que a motivos patriótico-religiosos.
Los árabes, al conquistar la Península Ibérica, no desmantelan la estructura de poder vigente sino que ejercen una forma habitual de tutelaje que consiste en asegurarse la lealtad de la clase dirigente y el pago de tributos. Esto lo consiguen en la mayoría de las ocasiones sin necesidad de recurrir al uso de la fuerza al asegurar, a cambio de impuestos razonables, los dominios de los nobles locales al tiempo que protegen la libertad de sus súbditos -incluidos los aspectos religiosos.
En este contexto es en el que podemos situar al gobernador Munuza en Gijón, comandando una pequeña guarnición encargada de asegurar el pago de tributos de la región.
Munuza, aventurero incansable y curtido por muchas batallas, conserva una inclinación especial por la música y un carácter claramente enamoradizo, como atestiguan sus siempre atractivas conquistas. Durante una visita al oriente Astur repara casualmente en la hermosa Adosinda, que canta en la ribera del río Sella, y se enamora perdidamente. Atestiguan viejos cantares que Adosinda le corresponde.
Muertos los padres de la hermosa, es su hermano Pelayo quien decide con quien esposarla y, en este caso, no consiente que la joven Adosinda se una al aventurero de piel tostada. Pero Munuza es terco y está enamorado. Hace uso de su posición y encarga a Pelayo, en calidad de noble local, la entrega de tributos a Córdoba. Pelayo no se puede negar y parte hacia la capital. El viaje dura meses. Munuza aprovecha su ausencia y se casa con Adosinda.
A su regreso, Pelayo monta en cólera y, joven, bárbaro, astur, trata de matarlos a ambos. Afortunadamente para la historia, apenas consigue atacar a la guardia de Munuza y debe huir para salvar la vida, logrando con increíble habilidad llegar a las montañas (los actuales Picos de Europa), donde finalmente se refugia.
Munuza y Adosinda vivirán su propio cuento rosa no apto para cardíacos. Mientras, el joven Pelayo logra convencer a los bárbaros asturianos de las montañas para que dejen de pagar impuestos al sinvergüenza de Munuza. Este, sintiéndose algo culpable y sin ganas en cualquier caso de batallar con el hermano de su mujer, hace la vista gorda.
Tres años después las noticias llegan a Córdoba; montañeses astures se niegan a pagar los correspondientes impuestos. El valí Anbasa teme que el ejemplo se extienda y, ante la negativa de Munuza de enfrentarse a Pelayo, decide enviar una expedición de castigo propia.
Esta expedición es comandada por un árabe, de nombre Alqama, y está compuesta tanto por musulmanes como por cristianos leales (lo que desluce un tanto el mito del levantamiento cristiano contra el dominador musulmán, supongo). En realidad, entre los miembros de la expedición de castigo encontramos no sólo a cristianos sino incluso a un obispo llamado Oppa, visigodo de pro, al que los fieles de Pelayo apresarán después de dar cuenta de todo el grupo en la cueva de Covadonga (la "Coba Dominica" que cuenta la crónica de Alfonso III).
Parece, pues, que la batalla de Covadonga no enfrenta a cristianos contra musulmanes, ni es tampoco una lucha de árabes contra visigodos. Se trata, en suma, de unos montañeses insurgentes que se enfrentan a una expedición que pretende castigarles por no haber pagado los impuestos que les correspondían. Y el hecho que origina toda esta historia es una bella muchacha cantando a la orilla de un río; un gobernador enamoradizo; un hermano celoso; unos montañeses con ganas de gresca...
Pero volviendo a la batalla, la derrota de Covadonga es de hecho tan terrible como inesperada y la huida del grupo liderado por Alqama se convierte en histeria cuando un desprendimiento sepulta a buena parte de los supervivientes. La historia llega a Gijón y Munuza y su guarnición, que ya estaban hasta el gorro de tanta lluvia, deciden abandonar las tierras de los astures.
Quieren algunos asegurar que Munuza fue muerto por hombres de Pelayo cuando intentaba huir. De estos hechos sin embargo no tenemos confirmación. Más aún, hay quien señala ciertas crónicas que describen a un tal Moun'za y a una joven de cabellos rojizos y tez de leche cerca del Guadalquivir. Y aún hay otros que aportan documentos que sugieren que el árabe y la bella se reconciliaron con Pelayo, y con la lluvia, y se quedaron a vivir en su recién formado reino.
En cualquier caso, y volviendo a la batalla: A pesar de no ser en absoluto consistente la identificación de la batalla de Covadonga con un enfrentamiento religioso entre cristianos y musulmanes, lo cierto es que Pelayo y sus astures inician una insurrección que consigue hacer desaparecer el dominio árabe de la región, dando comienzo a un reino que, trescientos años después, dominará buena parte de la Península Ibérica -lo que no es poco como mito histórico local.
Ahora bien, convertir al mítico Pelayo y a sus insurgentes en paladines del cristianismo frente al musulmán invasor no sólo es erróneo sino que constituye una más de nuestras barbaridades patrias.

Las Asturias de Oviedo y las Asturias de Santillana
La parte septentrional de la actual Cantabria situada al occidente del río Miera , en la época de Don Pelayo formaba parte de las Asturias de Santillana, por lo que la retirada de don Pelayo ( que según el arzobispo de Toledo, “ huyendo de Vitiza se retiro a Cantabria y que oyendo la destrucción de los godos se retiro a Asturias”) no fue a la provincia de Oviedo sino a la vertiente septentrional de la cordillera cantábrica y mas concretamente a la zona nor-occidental de la actual Cantabria; la denominación Cantabria se había medio perdido en época alto medieval. El mismo don Rodrigo habla también de don Pedro duque de Cantabria, aliado de don Pelayo y padre de Alfonso I ( El Católico) nacido al parecer en una antigua aldea Lebanes o Lebaina( destruida por los ejércitos napoleónicos) el cual según la crónica de Alfonso X el sabio paso a Asturias donde don Pelayo le dio la mano de su hija Ermesinda por la ayuda que le había prestado en las batallas “ e fue omme mui fuerte et mui bravo contra los moros” y que a la muerte de Favila pasaría a reinar, uniendo el reino asturiano y el ducado de Cantabria y entronizando en Asturias la casa de Cantabria que duraría hasta Bermudo III ( hacia el 750 reino Alfonso I el cual dio un gran avance a la reconquista).
Don Pedro Duque de Cantabria
origen de la monarquía hispana
Alfonso I el católico
El gran rey Cántabro de Asturias, hijo del Duque Pedro de Cantabria
Alfonso I sucede a Favila, hijo de Pelayo, cuyo reinado duró apenas dos años, del 737 al 739. El final de sus días llegó de forma terrorífica, cuando un oso le despedazó en Gosgaya mientras disfrutaba de unas jornadas de caza, a las que era muy aficionado.
Nacido en el año 693,en la ciudad de Tritium Magallum, hoy Tricio en la Rioja , Alfonso I era hijo del Dux Pedro de Cantabria. Se casó con Ermesinda, hija de Pelayo, con lo que a la muerte de Favila, se convirtió en único heredero del trono
Alfonso I asumió la corona ya con 43 años y la mantuvo hasta su muerte en Cangas de Onis en 757. Fueron 18 años de intensa actividad tanto guerrera, como religiosa y poblacional.
De esta manera se unirán a los territorios originarios del reino, los dominios de su padre Pedro, dando lugar a una extensión formada por Cangas de Onís, Liébana, Transmiera, Sopuerta, Carranza y Bardulia, que según la Crónica de Alfonso III, correspondía a la primitiva Castilla, que se situaba en el norte de la actual provincia de Burgos, cuyo límite meridional quedaría fijado por el río Ebro, en territorio fronterizo con los vascones.
El inicio del reinado de Alfonso I, en el año 739, coincide con un enfrentamiento civil en Al-Andalus entre bereberes y árabes. Los primeros, que estaban al frente de las guarniciones de la Meseta Norte, abandonan sus posiciones dejando el terreno libre para un hábil Alfonso, que viendo una gran oportunidad para afianzar su territorio, se lanza hacia el oeste incorporando a su reinado la diócesis de Iria Flavia, con lo que abre sus dominios a la costa gallega, que desde entonces, queda incorporada al reino astur.
Hacia el 750, una enorme hambruna y una epidemia de viruela merman los territorios del valle del Duero, ya de por sí despoblados, lo que favorece las incursiones de los astures. La Crónica de Alfonso III nos dice que acompañado de su hermano Fruela, "llevó a cabo muchos combates contra los sarracenos y capturó muchas ciudades que éstos habían ocupado. Esto es, Lugo, Tuy, Oporto, Braga, Viseo, Chaves, Ledesma, Salamanca, Zamora, Ávila, Segovia, Astorga, León, Saldaña, Mave, Amaya, Simancas, Oca, Veleya, Alavense, Miranda, Revenga, Carbonera, Abalos, Briones, Cenicero, Alesanco, Osma, Clunia, Arganda, Sepúlveda, con todos sus castros, con villas y aldeas..."
Muy optimista se mostraba el cronista, en la Albeldense, se nos dice simplemente que "invadió victorioso las ciudades de León y Astorga, poseídas por los enemigos, asoló los Campos que llaman Góticos hasta el Duero y extendió el reino de los cristianos..."
El objetivo de las incursiones dirigidas por Alfonso I sería el de crear una gran franja fronteriza, en su mayoría despoblada, que supusiera un cordón de seguridad frente a los musulmanes. Esto explica que, según la Crónica de Alfonso III, se dedicara a eliminar los núcleos de población musulmana y a llevarse a los habitantes cristianos hacia las zonas más seguras del norte peninsular.
De su matrimonio con Ermesinda, Alfonso I tuvo tres hijos: Fruela, Vimarano y Adosinda. Tras enviudar, engendró otro vástago de una cautiva, al que llamó Mauregato. A su muerte, fue su hijo Fruela quien le sustituyó, reinando desde el año 757 hasta el año 768.
A parte de las incursiones militares, Alfonso I mostró una gran preocupación por engrandecer y enriquecer la capital de su reino, Cangas de Onís, potenciando a su vez la vida cristiana, lo que le valió el apelativo posterior de "El Católico.
Fruela duque de Cantabria , el otro cántabro conquistador
Reyes del reino Astur
Favila (Duque de Cantabria) Caído en desgracia y desterrado a Tuý , casó con Doña Luz y tuvo por hijo a Don Pelayo (1º Rey de Asturias) ( 718-737), el cual casó con Claudiosa y fueron padres de Favila y Ermesinda
Favila (fue el 2º rey de Asturias) (737-739) casó con Froleba y tuvieron a Lavinia que casó con Luifredo tercero (Duque de Suevenia)
Su hermana Ermesinda se casó con Alfonso I (tercer rey de Asturias) (739-757), que era hijo de Don Pedro Duque de Cantabria colaborador de Don Pelayo, y padre también de Fruela (Duque de Cantabria cuya estirpe seria en la que perduraría la dinastía)
Alfonso I y Ermesinda fueron padres de Fruela (4º Rey Astur) (757-768), Adosinda que casó con Silo (6º Rey Astur) (774-783), y Mauregato (7º Rey Astur) 783 a 789
Fruela casó con Munia y fueron padres de Alfonso segundo (9º Rey de Asturias) (791-842) quien casó con Berta.
Por su parte su tío Fruela duque de Cantabria hijo de Don Pedro , fue padre de Aurelio (5º Rey Astur) 768-774) y Bermudo (8º Rey Astur) (788-791) quien casó con Ursinda y tuvieron por hijo a Ramiro ( 10º Rey de Asturias) ( 842-850) el cual casó con Gontroda y fueron padres de Ordoño (decimoprimero Rey de Asturias) (850-866) quien casó con Munia y fueron padres de Alfonso tercero ( 12º Rey de Asturias) (866-909) que se casó con Jimena y fueron padres de Garcia (Rey de León) (909-914) , Fruela segundo ( Rey de Asturias y de León) (924-925) y Ordoño segundo ( Rey de Galicia y de León) , (914-924) quien casó con Munia Elvira y fueron padres de Sancho Ordoñez ( Rey de Galicia) (925-929) , Alfonso IV (Rey de León) (925-9931) y Ramiro segundo ( Rey de Galicia Y de León ) (931-950)
Cantabria fue así mismo el origen de Castilla, heredera sobre todo del territorio del antiguo ducado de Cantabria, pues ya en el siglo IX se empieza a llamar Castilla al antiguo territorio Cantabro, Autrigón y Turmogo regido por condes dependientes en un principio del reino de León pero que pronto se independizarían. De la pequeñez del territorio primitivo de Castilla nos habla el romancero cuando dice:” Harto era Castilla pequeño rincón cuando Amaya( la antigua capital cántabra) era cabeza y Fitero ( en la actual Navarra )mojón “. Según Menéndez Pidal, Castilla es una prolongación de la Cantabria prerromana independizada del goticismo autocrático Leones por el más democratizado espíritu de la Behetria, benefaceria cántabra, balbuciente el fuero de Brañosera (primero de España) otorgado por el conde foramontano Nuño Núñez el año 824 tras acompañar su abuelo del mismo nombre a don Pelayo, aflorante en las sentencias de los jueces de Bisjueces, Lain Calvo y Nuño Rasura , también foramontanos y con la compra de la libertad de Castilla al rey leones efectuada por el bisnieto de Nuño Rasura, recriado en Bosquejado junto al Ason Fernán González.

El término foramontano hace alusión a las gentes, procedentes del norte de España, con las que en el siglo IX se repoblaron las tierras al norte del Duero, que habían quedado vacias como consecuencia de las guerras entre musulmanes y cristianos en los primeros años de la reconquista.Según los anales castellanos, el movimiento foramontano se originó en Malacoria ( Mazcuerras) en el año 814 e irá conformando el territorio que posteriormente se conocerá como Castilla
De este modo del inicial derecho cantabro, pues solo existía en las Asturias de Santillana, Trasmiera y las Encartaciones, que hacia libres a los pueblos y ciudades de elegir a sus señores, frente al goticismo feudal de la Lex romana- visigotorum asturica-leonesa, nacieron los espontáneos fueros municipales castellanos de la reconquista iniciados por los dos jueces y sobre el que Fernán González fundaría Castilla la vieja.
El primero de estos fueros fue el de Brañosera (entre Palencia y Cantabria) 824, a Santander en 1192, a Laredo en 1198, a Santillana 1200 y a San Vicente de la Barquera en 1210.En esta tierra, a lo largo de la historia ha sido un denominador común tanto el deseo de mantener la independencia y amor a las costumbres propias, demostrado, en la antigüedad ,con la feroz oposición a Roma, cuyo espíritu se resume en la famosa frase del poeta Horacio: “ Cantabrum indoctum yuga ferre nostra” “ El cantabro no sabe soportar nuestro yugo”, hasta convertirse en el pueblo al que mas le costó a Roma dominar en Hispania, haciendo famosas las guerras cantabras y llegando a denominar con su nombre tanto a la cordillera que cruza el norte peninsular, como al mar que lo baña . Así como en la Edad Media, manteniendo su condición de hombres libres en un contexto feudal y oponiéndose tenaz y sangrientamente a los procesos señorializadores ,volviendo a su libertad tras la caída del imperio romano gobernándose con un senado independiente hasta la conquista de Leovigildo en el 574 o como en la Edad Moderna defendiendo su condición generalizada de hidalgos( hombres libres de Behetria) a pesar de la pobreza de la tierra( hasta plasmar un tipo que llego a convertirse en tópico de la literatura del Siglo de Oro: “El hidalgo montañés” y manteniendo a ultranza los órganos de autogobierno contra los poderes que pretendieron limitar sus facultades.
Pero al mismo tiempo las gentes de esta región tan orgullosas de sus libertades fueron solidarias y generosas, contribuyeron de forma decisiva al nacimiento del reino Astur, (quizás en el origen de esta gesta tubo mas peso Cantabria y las Asturias de Santillana que las Asturias de Oviedo, puesto que en Gijón había un gobernador árabe ( Munuza)) así como en recuperar el resto de Asturias que estaba en manos musulmanas y después unirse con él, incluso perdiendo parte de su identidad, como posteriormente , siendo el embrión de Castilla cediendo después el protagonismo a la nueva región, como una madre lo hace con sus hijos.
Según una vieja leyenda, desde la lejana Gothia ya cristianizada desde el siglo IV, ante la invasión sarracena acudieron en ayuda de los hispano-godos varias expediciones de guerreros por mar entre ellas una que campeando el temporal encomendándose a la virgen y a Santa Omnia que daría nombre a la primitiva Santona, llegaban a las playas de Laredo, remontarían después el río Ason y trasponiendo el puerto de Lanzas agudas, descendieron por los valles de Mena, Ruesga y Carranza para bajar después a Bisjueces, Medina de Pomar, la antigua Vellica cantabra, Medina de Castella, Veteris y Briviescas en el 811; pero antes el jefe de la nao capitana fundaría en la orilla izquierda del Ason un solar o casa donde se establecerían sus descendientes los Velasco, familia de la que saldrían varios condestables de Castilla.Santillana del Mar, llamada desde el siglo IX al XI Villa Planes en el año 908 es ya cabeza de las Asturias de Santillana, parte del Condado de Castilla, pero no es hasta el XI cuando recibe su actual nombre.
Cuando Castilla era “pequeño rincón” y se hacia necesario por ello guarecer tanto la cada día nueva frontera y mas lejana musulmana. Como la retaguardia costera, contra los ataques de los piratas franco- normandos, no tuvieron los reyes forma mas eficaz que conceder también a las poblaciones de los fortificados puertos, una serie de privilegios semejantes a los de las cartas puebla de las fortalezas, para fijar igualmente en ellos importantes núcleos de población capaces de defenderles, como los que ya hemos dicho se otorgaron a Santander y demás villas costeras.
Ya en la época de Alfonso X el sabio surgen las legendarias Cuatro villas de la Costa de Cantabria, un estado marítimo casi-soberano que por la fuerza de su confederación firmaba paces y declaraba guerras con soberanos extranjeros como los de Francia e Inglaterra; fue cuna sangrienta de la primera marina de guerra de Castilla y asi junto a los vascos y bajo el mando del montañés Ramón de Bonifaz, las naves de las cuatro villas( Castro Urdiales, Laredo, Santander, y San Vicente de la Barquera) rompieron las legendarias cadenas de hierro sobre el Guadalquivir en la reconquista de Sevilla como recordaría el arcipreste de Hita, y simbolizado en el escudo de Santander.Bibliografía: "Cantabria Histórica (vagina gentium)" de Manuel Felipe de la Mora Villar, y "La Cantabria" de Enrique Flórez











